Fiestas y Fiestecillas

Tuesday, October 16, 2007 ·


Cuando estoy en la casa de mis padres me entran unas ganas tremendas de escribir sobre cualquier cosa: desde el mangostán espantoso que mi mamá me presenta partido en dos en un plato como la “novedad” exótica de la temporada o la sopa con tiquisques recogidos a mucha honra por mi papá del propio patio, hasta el concurso de karaoke que mis tíos borrachos se arman en una chicharronada dominguera.

Sí, palabras polas de campo que tendrían mucho éxito entre mis amigos aspirantes a hipster: chicharronada, jaibol, pandelote, chinchiví... Nada como volver al barrio a recoger vestigios de una vida que se le está escurriendo a una de las manos y regresar a la monotonía del remedo de ciudad tres días después con las pruebas recogidas en tuppers: pozol de gallina (el de chancho tiene mucha grasa), palitos de queso, bizcocho, picadillo de papa con chorizo y de papaya con carne... Sin duda, los amigos citadinos de esos que tienen una familia de 12 mienbros se te quedan mirando con una rara mezcla de envidia y susto cuando les mostrás las fotos de la fiesta de cumpleaños de tu tío. Montones de carajillos menores de 10 años corriendo de aquí para allá en un salón gigante lleno de mesas y sillas de plástico, ollas descomunales de chicharrón, yuca sancochada, plátano verde, tortillas y ensalada de repollo. Estañones llenos de hielo y botellas de imperial, litros y litros de chivas regal por todas partes, y en el fondo de la sala un “conjunto” conformado por un señor bizco que improvisa sobre pistas programadas en su organeta yamaha y otro que se dedica a cantar canciones de Los Panchos con el mismo tono y esmero de un borracho en el 88. Primos pasados de tragos que gritan hoy las voy a bailar a todas mientras pasan de chica en chica y aún levantan de la silla a las que no se han terminado el vigorón. Muchas palabras con ch, muchos abrazos de gente que no se ve hace tiempo, muchos chiquitos nuevos que el año pasado no eran ni proyecto, maridos y novios recién adquiridos... El cumpleañero ya ha especificado con semanas de antelación que no le interesa los regalos corrientes, ni la ropa, ni perfumes ni nada de eso: lo que quiere es whisky. Si le van a regalar algo, que sea una botella, si no, mejor no se moleste. Un muchacho amigo del agasajado le paga una horita más al conjunto y la fiesta sigue hasta que los vecinos ya están que se los lleva puta y amenazan cortésmente con llamar a la policía. El tono de la fiesta baja y de un carro sale el televisor de 10mil pulgadas y un karaoke de alta tecnología mp3 que consiste en un micrófono con control remoto incorporado, dos cables y un librito con lista de 2mil canciones a cual más chafa. Las tías que se tomaron más de un trago de cerveza están envalentonadas y se desgalillan al ritmo de Amanda Miguel y Lupita D´Alessio; las tías más jóvenes cantan una y otra vez amor a la mejicana al lado de las primas más viejas, y todas las mujeres coinciden en quejarse de que en lista tan grandota no esté cosas del amor, la que cantaban Vikki Carr y Ana Gabriel... Los tíos hasta el rabo prefieren las rancheras y uno que otro más diestro se manda con Camilo Sesto o Leo Dan. No sé a qué hora se acaba la fiesta porque ya estoy borracha y alguien me ofrece llevarme a la casa.

El día dos amanece con una goma atroz, un whisky en ayunas y una siestita más. Como tengo varias bocas del Buenos Aires de andar mal del estómago, le digo a mi mamá que creo que la comida me cayó mal. Aparece el tarro de crema de manos y en dos segundos tengo los brazos y las piernas rojos y adoloridos, estoy echa un mar de mocos y encima me obligan a escoger entre un vaso de limón con bicarbonato o una cocacola con salandrews. Por convicción activista escojo la primera opción, y unos minutos después estoy durmiendo la mica. A mediodía me levanto con el propósito de no tomarme ni un trago más, y dispuesta a atracarme de sopa negra: la sopa negra llega con un trago para que se cure y a las dos de la tarde ya está todo el mundo hasta el rabo en la cocina del tío, comiendo yuca frita, asiento con tortilla, picadillo de plátano verde (sí, todo el que sobró de la fiesta) y un ceviche mortal cortesía del tío que tiene marisquería en Río Claro... El after party se extiende hasta entrada la noche, y el día siguiente nos vuelve a recibir de goma, cansados y trasnochados para lo que es el verdadero objetivo de tener a toda la familia junta en la casa: conmemoramos el primer aniversario de la muerte de Guga Lía, mi abuelita. Lunes feriado con lluvia, carreteras hundidas, derrumbes en la vía, rosarios aburridos y somníferos, muchas flores, platos humeantes de pozol y picadillos, vasos y más vasos de fresco helado de limón con dulce, una chica que hace chirriar las cuerdas de la guitarra y los oídos de los presentes con su voz chillona inmisericorde... A las tres de la tarde, después de un café con tamal asado y pan batido abordo el carro para emprender la graciosa huída. Después de horas y horas de desvíos y rutas alternas La Lucha-Frailes-Nosédónde-El Quijongo llenas de barro, carros volcados de imbéciles necios que insisten en andar a mil por hora en lugares desconocidos, cableado eléctrico tendido en las calles cortesía de los choferes de bus y traileros a cual más cabeza dura e ignorante que se pasan por el culo la advertencia de las autoridades de que dicha ruta alterna es SOLO para vehículos livianos, uno que otro inepto intentando rayar en una calle de carril y medio... logro salir a la pista y llegar a mi casa. Y hoy me desperté abotagada, con la sensación de haber tenido un sueño de speed muy intenso... pero los tuppers en la refri me recuerdan que sí fui y vine. Y que quiero seguir yendo cada vez que pueda.