Pensando en red

Friday, September 14, 2007 ·


La novelística de Jorge Amado pasa por un recurrente narrativo que es interesante para la Costa Rica de los últimos meses: la pugna entre los viejos poderes, en su caso representados por los viejos gamonales de las zonas de interior brasileñas, y los nuevos poderes o poderes revolucionarios (es decir, poderes que propician el cambio, en cualquier campo), representados por los emprendedores, los estudiantes (muchas veces hijos de los gamonales que regresan a casa después de años en la universidad y traen ideas nuevas y frescas). Esta lucha esbozada en los libros de Amado es una lucha casi dialéctica, excepto por un punto específico que la convierte en dialógica: la presencia de multiplicidad de voces en el texto narrativo, hace que la celebración del lenguaje se extienda hasta confines impensados y que desde la marginalidad hasta el centro, las voces se desplacen unas a otras, se muevan, remuevan, inscriban y renueven en una suerte de caos que que termina dando la razón a las ideas nuevas y a propuestas periféricas inclusivas, más democráticas y activas dentro de la lucha.
Esta introducción larguísima es un poco para explicar por qué y cómo hemos estado pensado en red en las últimas semanas, a partir de un proceso en gran parte revitalizador, que ha sido el de resistencia al TLC. Y decimos "pensar en red" refiriéndonos a un fenómeno que ha despertado muchísimas inquietudes y comentarios de diferentes sectores de la sociedad. Esto porque las viejas formas de hacer política (coacción, mentira, violencia, manipulación de la ignorancia, promesas y consolidación de sistemas -nada- democráticos monolíticos, fijos, que no propician el diálogo ni la participación de los diversos actores).
La nueva forma de hacer política de los viejos poderes se resume a la corporativización de los Estados, siendo que la democracia como l a conocemos actualmente, es permisiva en el sentido de no auditar el quehacer de los gobernantes. Durante muchos años, nuestros nacientes sistemas políticos han propiciado la apatía popular hacia la participación ciudadana real en la toma de decisiones. Se ha vendido la idea de que "el gobierno se encarga de gobernar", y es un "gobierno que sabe qué es lo mejor para su pueblo". Desgraciadamente, los Estados corporativos no gobiernan para las mayorías, y más bien se insertan en una dinámica que en la mayoría de los casos termina perjudicando a estas mayorías. La idea -creciente durante los 90´s- de que la sociedad civil ya no tiene ningún papel preponderante en la toma de decisiones y el cabildeo político está asentada justamente en la presunción de que el Estado ya no debe dar cuentas al pueblo que lo eligió sino a los poderes corporativos externos que lo llevaron al poder mediante la manipulación de esa masa llamada "sociedad civil" que cada cierto lapso va a las urnas en una triste pantomima de lo que la democracia debería ser. Es decir, la participación ciudadana en la toma de decisiones acaba ahí en donde comienza el conteo de votos.
Las personas comunes, acostumbradas a estos procesos democráticos decadentes y prefijados, no asumen que los gobernantes son empleados de la población civil. y que como empleados, pueden ser calificados, evaluados, auditados e incluso despedidos. Dentro de la misma lógica corporativa, si el empleado no produce, es un lastre para la empresa. Es un empleado que debe ser sustituido por otro que sí colabore con el crecimiento de la empresa.
Por esta razón, las dinámicas de rendición de cuentas son poco conocidas en los Estados corporativos. Los gobernantes, en una suerte de nuevo sistema monárquico de gobierno, se cierran al diálogo con los actores sociales, y, graciosamente, asumen que se mantendrán en el poder a pesar de sus malas gestiones.
Cuando pensamos en red, pensamos en desarrollo sostenible. Pensamos en modelos de desarrollo inclusivos, que permiten la participación ciudadana en la toma de decisiones. En equipos de gobierno que se sientan a dialogar con con los diferentes actores sociales de sus países. Y esto se debe justamente a que pensar en red se trae abajo esa falacia que se refiere a la paralización de la sociedad civil. Una red horizontal de personas diferentes que se unen por una causa común (esa misma de la que hablaba Kevin Casas en su memo) es peligrosa para el orden jerárquico logrado por los gobiernos democráticos actuales.
Entonces, pensar en red es pensar en cambio. En un cambio sustancial y gradual, que se produce a partir de la unión para la construcción colectiva de una nueva realidad. Pensar en red implica pensar en un movimiento articulado a partir de intereses comunes, que no tiene frentes atacables. Es pensar en personas que se articularán cuando sea necesario para defender sus intereses. En grupos que no tienen intereses políticos ni económicos que los comprometan con causas específicas, sino que actuan por el bien común. En un movimiento que puede aparentar estar dormido, pero se organizará rápidamente en el momento propicio para la acción. Y sobre todo, es pensar en una nueva forma de hacer política, en una concientización de la sociedad civil sobre su poder para gobernar, su potencial para acabar con las viejas formas de hacer política y su derecho inalienable al cuestionamiento de las estructuras políticas existentes para cambiarlas cuando sea necesario.