Adónde vamos a ir?

Thursday, June 14, 2007 ·

Esta, compañer@s, es una pistola (aunque para mi gusto, las de antes eran más bonitas).
Las pistolas, asumo, fueron diseñadas a partir de ideas generadas a partir de la necesidad de un objeto inmovilizador de animales grandes, ricos y peligrosos que le sirvieran de almuerzo a un montón de gente. Porque no quiero que se me ocurra otra posibilidad especulativa sobre el momento y las intenciones que pesaron a la hora de inventar la primera.
Las pistolas son bastante convenientes, sobre todo cuando usted quiera despojar a alguien de sus pertenencias sin utilizar la fuerza. O herir a otra persona. O defenderse en caso de que alguien quiera hacerle cualquiera de estas dos cosas a usted.
En nuestra entrega anterior, recordábamos las palabras del sabio tecnócrata chino Óscar Arias S. Él nos decía que su creencia más firme es que l@s costarricenses necesitamos un carro de marca para tener calidad de vida. No necesitamos seguridad ciudadana. Ni protección. Ni nada más que un carro de marca. En un carro de marca se concentran las necesidades del grueso de la población de Tiquicia. Lo cual a nosotras nos deja muy aliviadas, he de decir. Porque esto significa que el robo a mano armada del que fuimos víctimas más de 20 personas en las instalaciones de mi oficina el viernes pasado, es un asunto aislado, causal y aleatorio que no se volverá a repetir en 100 años, al igual que el asalto a mano armada del que fueron víctimas los vecinos de nuestra oficina (sí, la misma que asaltaron el viernes) el día sabado (sí, al día siguiente) durante la celebración de un té de canastilla.
Uf! qué alivio saber que cuando tod@s tengamos un carro de marca, se va a acabar la inseguridad en las calles. Qué alivio saber que con TLC, Trabajo para Los Costarricenses (lAs costarricenses no necesitamos trabajo, por dicha, dicho sea de paso), cuando se extinga la clase media medio muerta de hambre que queda en este país de M, entonces se va a acabar el problemita este tan feo y vergonzoso para la imagen de nuestro "oasis de paz".
Porque tirando líneas a la ligera, hemos dado en malpensar sobre ciertas situaciones que se han desencadenado en suelo patrio. Lo pongo sencillo: para quienes entramos a la U en los noventas, la Calle de la Amargura era un lugar tranquilo, seguro y transitable. Es más: una podía bajar hasta los alrededores del Mall San Pedro a pie durante la noche, sin temor de ser asaltada, secuestrada, asesinada...
Desde hace unos cuantos añitos, comenzamos a escuchar noticias feas y tristes de gente muerta a balazos por un carro, un celular , una billetera, un puño de plata recién sacada del cajero... Entonces la gente dejó de andar en la calle, se compró un carro más barato y blindó la choza que ni el PapaMóvil. Lo que nuestr@s inocentes coterráneos fueron incapaces de hacer, fue asociar la creciente ola de criminalidad con la creciente ola de neoliberalismo que estaba atacando el país por la misma época, aumentando la pobreza de los ya de por sí muertos de hambre vecinos de los cordones de miseria de nuestra ya de por sí, fea, sucia y llena de protíbulos ciudad capital. Aumentando la especulación de las grandes corporaciones de crédito, que mantienen conectada a un respirador a nuestra chueca y maltrecha clase media- que ya no se sostiene ni a punta de hipotecas porque no tiene qué hipotecar- facilitando la aparición en nuestra vidas de dos nuevas clases de escoria que abundan por todos los rincones del país: el ratero piedrero y el ratero vagabundo.
El ratero piedrero, es un simple raterín de calle, que antes de caer en desgracia, talvez se dedica a cuidar carros o a llevar mensajes para mantener su vicio. Pero una vez que el vicio se lo traga, el ratero piedra se busca un pedazo de lata vieja, un cuchillo barato, lo que sea, y -tan peligroso o más que cualquier otro asaltante- se dedica a pedir una monedita a la gente que pasa, y a sacarle la monedita por la fuerza a quien no se la da. El rata piedrerito es común en los alrededores de las paradas de autobuses, salidas de comercio, parques públicos y cajeros automáticos, y es el pariente viejo del ratero vagabundo.
El ratero vagabundo, heredero de la tradición chapulinesca josefina que asaltaba los viernes para pagar la entrada al estadio los domingos, es otra clase de ladrón. No es un ladrón silvestre y piso de tierra: por lo menos pudo sacar de la cartera de su mamá lo suficiente para comprarse una pistola en una compraventa. Es un clasemedia en desgracia, de los que se han ido cambiando de barrio gradualmente al perder su casa propia con la hipoteca del carro. Hijos de familias que alguna vez fueron "bien" y ahora no tienen ni en donde caer muertas. Hijos de la frustración de padres que han sufrido en carne propia la decadencia de un sistema social que alguna vez fue bueno y sano: consumidores de publicidad que atonta masas y acrecienta la evidencia de no pertenecer a un grupo proivilegiado cuyo poder adquisitivo le permite cambiar de celular como quien cambia de calzón, cambiar de carro porque sí, tener ipod y laptop y todo lo demás... ir a la playa en vacaciones, vestir ropa de marca y comprar películas en dvd... Pobre gentecilla que quiere pero no puede, y que no ve en el trabajo una opción de movilidad social.
El ratero vagabundo se mete a fiestas como la nuestra a robar tarjetas de crédito para pasarlas en Cachos, Penny Lane y demás. Nunca para comprar el diario o pagar el recibo de la luz: sale el jueves y el viernes para tener plata el sábado y el domingo para las birras y las putas. Se pasea en el trabajo de los demás, violenta casas, bolsos, vidas, para mantener un estatus que su mala educación y su pereza no le permitirían. Es hijo de un sistema neoliberal que le corta las ramas al árbol de la inseguridad ciudadana pero es incapaz de llegar a la raíz. Un sistema que no hace nada contra la deserción escolar ni la inflación.
Un sistema que no nos permite a las personas decentes tener una vida digna. Y que en momentos como los que estamos pasando en mi oficina nos deja el amargo sabor de boca de saber que lo que está mal es el sistema, no la casa en la que nos robaron. Que lo que está mal no es el barrio, es el país. Que la culpa es nuestra por atrevernos a hacer una fiesta. Por atrevernos a tener una empresa, comprar computadoras, hacer contactos, producir excedente...
En fin, un sistema de mierda...