"Si no se calla, le voy a romper el hocico"

Wednesday, July 01, 2009 ·

Aunque esta parece una frase sacada de pleito en el estadio, lamentablemente la profirió Óscar Soto, agente de seguridad del Centro Cultural Español (CCE) anoche. Pero más lamentable que la frase, es la situación.
Anoche un grupo de amigos y familiares de Julio Acuña, asesinado hace un año en Alajuelita, nos reunimos en el conocido "Farolito" para homenajear a nuestro amigo, y seguir haciendo eco de que la impunidad no puede continuar. Sin embargo, nos llevamos una sorpresa nada grata cuando comenzamos a llegar al lugar.

Crónica de un desastre anunciado.

La semana anterior, a través de la lista de correos del CCE, una amiga recibió la invitación al evento "La palabra toma el Farolito", que en esta ocasión, celebraría un homenaje a Julio, a un año de su muerte. Dicha invitación recordaba a las y los interesados, que la actividad se realizaría a las 7 pm.

Sin embargo, informaciones del periódico La Nación y de la misma página web del CCE confundieron a más de una persona, afirmando que la actividad se realizaría a las 6 pm. En mi caso particular, decidí llamar por teléfono al CCE, para confirmar la hora y explicarle a la recepcionista que había una confusión de horas. Ella solo me respondió "yo aquí tengo que es a las 6pm".
Con este dato, y segura de que no había equivocación alguna, llegué diez para las seis al farolito. Y solo para llevarme una gran sorpresa: las puertas estaban cerradas, y un muy maleducado Óscar Soto, salió a tirarme la puerta en la nariz cuando le dije que el evento estaba convocado a las 6pm. "Ya ha venido varia gente a preguntar, y es a las 7 pm. Ahí está esa otra señora, que también se equivocó de hora" me dijo don Óscar de mal modo, sin quitarse los audífonos de su mp3 y señalando despectivo a una adulta mayor de 74, que esperaba DE PIE Y AFUERA desde las 5.30 pm a que le abrieran la puerta. Antes de que el señor Soto me cerrara la puerta en la cara le dije "Nosotras no nos equivocamos, señor. En el periódico decía que era a las 6 pm. Y yo llamé esta tarde aquí a confirmar, y me dijeron que era a las 6 pm." Ya ahí, Soto se impacientó y nos espetó en la cara que "Ni modo. Yo no puedo hacer nada. Además, aquí por normativa, la puerta se abre hasta que ya va a comenzar el evento".
En fin...

Ya conocemos la práctica del señor Soto desde hace tiempo. La puerta se mantiene cerrada hasta que el evento va a comenzar. Sin embargo, nos gusta (ba) ir al Farolito. Que de repente cambie la normativa, y no se puedan ingerir bebidas alcohólicas dentro del lugar, pasa (aunque la costumbre de repartir vinitos y cerveza vino del Centro mismo y no de quienes asistimos a los eventos que organizan). Que no se pueda fumar dentro de las instalaciones del centro me parece perfecto: sin embargo el señor agente de seguridad se fumó sendos cigarros puertas adentro del lugar, a vista y paciencia de quienes esperábamos puerta afuerta que el evento comenzara. Que lo hagan a uno dejar la cartera afuera en la recepción (práctica molesta que tiene poco tiempo de haber entrado en vigencia) ya me parece un atropello, pero las normas, normas son. Y las respetamos, porque el Farolito ha ofrecido un espacio de promoción constante y feliz a la cultura durante mucho tiempo.

Pero que don Óscar Soto le tire a uno la puerta en la cara, ya es inadmisible. Y lo que vino después, ni para qué. Y aquí termino mi quejadera personal, para entrar en el gravísimo meollo del molesto y vergonzoso suceso de anoche.

De hocicos, faltas de respeto y delirios de poder.

Me resultó extraño que, en medio de la lectura del análisis sobre la obra de Julio realizada por Mauricio Molina, una pareja de jóvenes ebrios y bullangueros entrara al salón entre carcajadas molestas y gritillos irrespetuosos. La verdad, me costó entender cómo, habiendo afuera un agente de seguridad, ellos habían logrado entrar a las instalaciones del CCE. Afortunadamente, estas personas salieron solitas, por iniciativa propia, y nos dejaron continuar con la actividad. Sin embargo, breves minutos después, y sin que muchos nos percatáramos, varias personas más salieron del salón con rumbo a la recepción. La actividad continuó hasta que Pedro Antillón, caro amigo de Julio, interrumpiera a Mauricio para comentarnos que el guarda de seguridad había echado puertas afuera a Tania, la esposa de Julio y a su pequeño hijo Solaris. La misma suerte corrió la joven compañera de Pedro, con el hijo de ambos.
Puertas afuera las echó, a la esposa e hijo del homenajeado, a su amiga y otro bebé de unos dos años. Envalentonadísimo. Jugando de vivillo. Faltándoles el respeto. Inventándose al paso una nueva norma del CCE que yo personalmente desconocía: "a estas actividades no pueden entrar niños". Lo más raro fue que él mismo los había dejado entrar antes de que comenzara la actividad. Pero "alguien" (no sabemos quien) se quejó de que "los chiquitos estaban haciendo mucho ruido"... y a él, encargado de mantener el orden, le tocaba expulsar a niños y mamás del Farolito, ofreciéndole de paso a Pedro Antillón, padre de uno de los pequeños, "romperle el hocico" si no dejaba de protestar. Lo extraño es que la protesta de Pedro iba por el lado de "los niños son nuestros hijos, Tania es la esposa del homenajeado, el niño es hijo del homenajeado, nadie está quejándose adentro, los niños son parte del evento". "Si no se calla, le voy a romper el hocico" fue la respuesta educadísima, cultísima y amabilísima del agente de seguridad del Centro Cultural Español.
La persona a cargo del lugar en ese momento, Mariam Valencia, salió cuando los ánimos estaban caldeados a gritarle a Pedro y a su compañera "a mí no me hablen en ese tono". La señorita Valencia, en vez de presentarse como la mediadora que debería ser cuando se presentan problemas en el centro, insistió en que los niños no podían entrar y punto final.
Insultadísimos, decidimos salir de las instalaciones del Centro, y proseguimos, puerta afuera con la lectura, la música y el evento. Nadie apareció afuera para disculparse. Ninguna persona sensata salió del CCE a mediar con las y los asistentes ni a solucionar el "problemita" que ellos mismos causaron con su actitud malcriada y prepotente.
Y esto fue lo que sucedió anoche. Un insulto a la memoria de Julio Acuña. Una falta de respeto a su esposa y a su hijo. Un desplante que dejó a las y los asistentes con la boca abierta... Y que esperamos no se repita nunca más.
Así que por este medio, exigimos al director del CCE, señor Carlos Couto, hacer las averiguaciones pertinentes sobre este incidente. Esperamos las disculpas correspondientes del CCE para la familia de Julio Acuña. Y una revisión del comportamiento del señor Óscar Soto, que es reprobable y tristísima.

Y al señor Soto, solo le hacemos llegar el siguiente mensaje: cambie su actitud o cambie de trabajo.

Personalmente, no pondré un pie en las instalaciones del CCE hasta que esta situación no sea revisada y corregida. Y sé que muchas otras personas harán lo propio cuando se enteren del atropello que la memoria de Julio Acuña sufrió anoche en el Farolito.